Amorcito, creo que no tenemos lectores

Buuuuu     De pronto se olvidaron. El uno del otro. Se olvidaron de falsete que los había circunpuesto. Se olvidaron del sofista, uno más uno era dos. El silogismo vivía, y el resto operativo estaba enterrado y sin lápida. Despertó, y no sabía quién era el saco de huesos peludo que se lamía a su lado, de alguna manera extraña le infundó cariño, pero se dijo a si misma, ¡que va! Si siempre te han gustado los gatos, bah, siempre, eso creo. Un documento de un tal Morgenstern yacía a su lado, se preguntó si hubiera estado de trip, y es el chico que hizo esa noche. Al menos en la foto parecía un pendejo, se sintió sucia y abusadora, pero no le duró más que un instante. Estaba con su camisol de raso que le regaló esa tía paterna hace unos años. Y pensó en su estadío de sobrina regalada que tal vez el chico fuera judío y hubiera estado circuncidado, tal vez fuera alemán, ese no era rostro de judío. Se paseó por el departamento, de roídas alfombras azul grisáceo, verdecinas las paredes, y comenzó a encontrar la mayoría de sus cosas, rastros, huellas y más rastros. ¿Estaría aún de trip? Parecía que había estado allí por un tiempo. ¿Secuestrada? Pero con qué meticulosidad mi secuestrador habría allanado mi cuarto y movido mis cosas.   No era posible. Lo más posible fuera que aún estuviera soñando. Uno de esos sueños vivos en los que uno descansa en plena conciencia y es capaz de refutar las irrealidades. Se acordó de un film en el que se decía que para asegurarse que era un sueño, al bajar la llave de luz, no debía apagarse. Pero la luz cambió. Aterrorizada agarró un par de cosas. Sin saber bien por qué, tomó la gata en brazos, quién sabe si este tipo era un sátiro y la maltrataría, después de todo ella en el espejo no parecía sí misma, se apresuró por el pasillo, tomó un ascensor mordisqueado y eterno, y salió por una portón de hierro pintado. Se sorprendió cuando vio que no estaba tan lejos de casa. Y corrió, pero D´s sabe que sin saber dónde.